En Italia se produjo una tragedia naval de gran escala, un crucero de gran lujo encallo al sur de este país, provocando por lo menos tres muertes y más de cincuenta desaparecidos. Los argentinos que realizaban el viaje de placer eran diecisiete y por suerte se encuentran todos bien, regresarán mañana a Buenos Aires. Algunos de los pasajeros italianos les dijeron a los medios locales que: «Ha sido una pesadilla, parecía el Titanic, pensábamos (que íbamos a) morir».
El Mar Mediterráneo se cubrió de pena cuando un gran crucero de lujo que realizaba un viaje de placer con mas de 4.000 pasajeros encalló al sur de Italia, aparentemente el Capitán se acerco demasiado a las costas.
Una familia italiana, Silvana Caddeo, Ignazio Deidda y Mirella Corda, que viajaba a bordo del «Costa Concordia», que anoche encalló frente a la isla de Giglio, dijo que:
- «Estábamos en el caos absoluto, ninguno de la tripulación sabía decirnos qué hacer, la nave comenzó a inclinarse y todos fuimos lanzados unos sobre otros, cayendo e hiriéndonos».
- «Ha sido una pesadilla, parecía el Titanic, pensábamos (que íbamos a) morir».
Estos italianos precisaron que cuando cenaban se produjo el golpe, que propició la caída de botellas y vasos de las mesas, según informa la agencia Efe.
Hasta el momento se habla de al menos tres personas muertas y 70 que resultaron heridas al encallar el barco, con 4.229 personas, en aguas de la isla italiana de Giglio, en el mar Tirreno, en la región central de Toscana, informaron fuentes de la Capitanía del puerto de Giglio.
Según manifestó la Agencia Efe, la nave efectuaba un crucero por el Mediterráneo, que salió del puerto de Civitavecchia (centro) con destino Savona (norte) para iniciar el viaje con escalas en Palermo (Sicilia), Cagliari (Cerdeña), Palma de Mallorca (España), Barcelona (España), Marsella (Francia) y regreso a Savona, según una nota de la compañía naviera.
Dos horas después de salir de Civitavecchia, hacia las 21:30 (20:30 GMT), cuando el buque estaba en las cercanías de la isla de Giglio y los pasajeros cenaban, oyeron las sirenas de varios pesqueros y silbidos de los marineros sin saber de qué se trataba.
Eran las 21:40 cuando desde los altavoces de la nave dijeron que se había producido un problema eléctrico y que no se preocuparan.
Los pasajeros afirmaron que desde un principio se dieron cuenta de que la cosa era más grave, porque el barco comenzó a escorarse hacia un lado, «Pero la gente gritaba y los niños lloraban, en medio de la total oscuridad».
Ante tanto desconcierto algunos dicen haber visto a muchas personas arrojarse a las frías aguas del Tirreno.
Otros viajeros denunciaron que las tareas de socorro fueron muy lentas, que antes de abandonar el barco pasó una hora y media, y que algunos miembros de la tripulación les contaron que el capitán de la nave sabía de la gravedad de la situación «y no hizo lo que debía».
Yuri Selvaggi, su esposa y sus hijos -una familia de la localidad sureña italiana de Anagni- aseguraron que en el barco dominaba el pánico y cuando fueron sacados en la barca salvavidas, esta llegó incluso a chocar con la nave y por fortuna no volcó.
Una vez en la isla de Giglio, cuyo alcalde puso a disposición de los viajero «todo lo que estuviera bajo techo», éstos fueron alojados en casas, centros deportivos y en la iglesia de la pequeña isla, que permaneció toda la noche abierta.
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