Ayer y hoy en Bruselas capital de Bélgica se encuentran reunidos los gobernantes de la Unión Europea en una cumbre para salvar la moneda que tomo vida hace veinte años luego de la firma del Tratado de Maastrich. Ciudad de Holanda donde cobro vida a una Europa con personalidad propia, por encima de las patrias que la integraban y que hoy son 27 países, de los cuales 17 integran la Eurozona, con el euro como moneda única.
Los sueños y empuje de Maastrich están a la deriva por la realidad global que invade a Europa y sobre todo a las naciones de la Eurozona, abrumadas por de crisis de las deudas en títulos públicos y la fragilidad del sistema bancario, que está en peligro de sufrir un desastroso “credit crunch”, o sea una pérdida total de liquidez que llevaría a corridas de los clientes bancarios, corralitos en salsa argentina y otros desastres que hasta hace poco parecían imposibles o muy remotos.
En esta cumbre de Bruselas los economistas tratan asuntos de importancia impostergable, en un ambiente donde predomina el pesimismo que expresó Angela Merkel, primera ministra alemana. Germanos y franceses llevan la voz cantante pero no cantan a dúo sino que cada uno entona como solista sus posiciones. París presiona con advertencias apocalípticas: el presidente Sarkozy teme “una explosión” del euro hasta que las decisiones adoptadas con Merkel no sean efectivas.
Todos dan sus opiniones. José Manuel Barroso, presidente de la Comisión Europea, al inicio de la jornada clamó para que hagan “todo lo posible para garantizar la irreversibilidad del euro”. Barroso dijo que “queremos una mayor convergencia, mayor disciplina fiscal, porque hay un problema de confianza y credibilidad”.
Países como Francia y Alemania coinciden en que la cumbre debe poner en marcha la firma de nuevos Tratados. Mientras que Gran Bretaña, fuera del euro, pone condiciones en beneficio exclusivo de los intereses británicos, que generalmente son rebajas de las posiciones europeístas-, Merkel y Sarkozy planean que los nuevos tratados sean circunscriptos a los 17 países de la Eurozona. Y si en esto se pierde demasiado tiempo, la última alternativa es firmar acuerdos bilaterales y crear una Eurozona reducida a los países más virtuosos, que se comprometan a un rigor fiscal absoluto y a aplicar normas que alejen para siempre crisis como la actual con las naciones cuyas dificultades son tan grandes que necesitan un auxilio financiero enorme y tal vez insuficiente.
El nuevo cuadro jurídico común debería llevar a una rápida convergencia entre los países en los temas fiscales y del trabajo, además de implantar una tasa sobre las transacciones financieras.
Francia y los otros países están enfrentados con la negativa alemana a aceptar que el Banco Central Europeo emita euros y a la creación de los eurobonos, un producto financiero que dividiría entre todos las cargas de las deudas. Los alemanes también quieren tener las riendas cortas en los mecanismos de estabilidad financiera, que deben sustituir al fondo Salva Estados quizás a partir de junio 2012, destinados a financiar a países como Italia con su gigantesca deuda en obligaciones públicas. La Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional debieron ya salvar dos veces a Grecia, a Irlanda y Portugal. No hay dudas que ahora se agregan Italia y España, mientras que Francia y Bélgica suscitan perplejidades.
Desde el Banco Central Europeo, que preside Mario Draghi, italiano ya anunció una baja de sus tasas de interés al 1%, debe dar oxígeno a los bancos asfixiados por la falta de liquidez, dando maxi préstamos y bajando las tasas de interés, para evitar un colapso crediticio en Europa.
Sobre el plúmbeo cielo de Bruselas vuelan los cuervos de mal agüero más temidos: las agencias de calificación de riesgo. Standard & Poor amenaza rebajar el nivel de los bancos europeos y a la misma Unión Europea, que tiene el nivel máximo de triple A. Standard dijo que no esperaba “una situación explosiva del euro” como resultado de la reunión cumbre de la Unión Europea, UE.
Mientras tanto, los alemanes pretenden crear un Tribunal de Justicia Europeo que sea el encargado de ejercitar el garrote con los países que violen los parámetros del 3% de déficit fiscal y del 60% del PBI como tope máximo para las deudas soberanas.
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